Black Glitter Pointer

viernes, septiembre 5

Escribiendo a las dos y media de la mañana mientras me muerdo el labio inferior una y otra vez. Suspiro. Mójate los labios. Sigue. Decía que cuando estaba tumbada era más bonita, porque el pelo se me retiraba de la cara, no necesitaba maquillaje.

Apenas oigo un perro ladrar, el reloj dando los cuartos y algo extraño haciendo un ruido extraño, pero sigue haciendo calor. Percibo todo oscuro y tengo un montón de conversaciones a las que contestar. Suspiro. Sigue. No tiene ganas de nada. No quiere ver a nadie y que todos la molesten. Ahora se ha callado el perro y yo también necesito descansar.

Buenas noches.


miércoles, septiembre 3

En Septiembre hay que hablar del amor.

Digamos que el amor es como una subida sin ascensor por una escalera de madera antigua hacia no se sabe qué piso. Una escalera bonita pero que cruje. Una escalera bonita hasta el tercero, pesada hasta el quinto, repetitiva hasta el octavo. Digamos que el amor es subir la escalera de la mano y con ganas, pero también subirla solo mientras crujen los escalones y al llegar ni siquiera espera nada en la nevera. Digamos que el amor es subir y bajar, subir y bajar y subir y bajar una escalera. Bonita. Pero que cruje. Pero bonita. Digamos que en esta eternidad de espera del transbordo de esta vida, me ha dado por comparar una escalera de un portal que no conozco con el amor, cosa que tampoco es muy complicado, porque el amor se puede compara seguramente hasta con una tortilla de patatas. El mío, con cebolla.