Black Glitter Pointer

domingo, enero 5

Aquella noche.



Aquella noche hacía frío. El aire me revolucionaba el pelo, y eso a las chicas no nos gusta. Y menos en un día como aquella noche.

Bajábamos las calles, y parecía que las luces se callaban a nuestro ritmo. Pasaron las doce y yo no estaba en casa, pero quería irme. Iba acelerando el paso, a veces cambiaba de tema, para hacer espabilar al reloj.

Me guiaba por la oscuridad, donde ya no podían oírse los ladridos de la gente. De vez en cuando sentía correrse las persianas de vecinos inquietos, pero eso era todo. Mis pies se morían, buscaba un asiento, necesitaba unos guantes.

Una hora después nos paramos en un cruce, en el corazón de la carretera, ahora ya no había tráfico. Estaba más tranquila, pero era la hora de vuelta a casa. Estábamos ahí parados, como si esperásemos salir el sol; aunque para él el sol estaba delante de sus narices.

Di media vuelta, eché a correr y me llevó en brazos hasta el centro de la calle otra vez. Esta vez me hizo gracia, porque me prometió que me haría sentir la adrenalina. Lo único que se me ocurrió decir es que hacía frío.
Se despidió de mí con un beso en la mejilla y retomé la carrera hacia casa que había dejado a medias.
Aunque llegué con los ojos rojos, mamá no se dio cuenta.
Esa noche llevaba llaves.

- Y así fue como llegué por primera vez cinco minutos tarde a casa - dijo mientras terminaba de desenvolver su regalo de navidad - un poco menos congelada.


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